domingo, 24 de junio de 2012

cronicas del savoy

JOSE LUIS ALVITE.... Conocí a Nancy Truman hace ya algún tiempo, cuando ella era más joven que lo que le hubiese ocurrido el día anterior. La primera vez que la vi me pareció que había llegado al Savoy directamente desde el pupitre de la escuela. Era tan limpia, tan matinal y tan decente, que aunque era madrugada me pareció una obscenidad darle las buenas noches. El columnista Chester Newman celebró su aparición diciendo en el “Clarion” que su rostro era merecido y perfecto como un aplauso en el interior de una paloma. Nancy Truman fue para todos como una revelación. El gangster Tonino Fiore me reconoció a los pocos días que se había sentido sucio al verla. Me dijo: “Es tan joven que ni siquiera echará de menos tener memoria. Resulta carnal y a la vez decente, Al. Es como una Virgen de Tiepolo dibujada en el culo de un niño. Tiene candor y vitalidad. Juraría que ha despertado más veces de las que se quedó dormida”. Eso dijo el gangster. Y como casi siempre, Fiore tenía razón. Nancy Truman parecía limpia e incontaminada, como el poleo de la primera orina de la mañana. Ernie Loquasto le firmó un contrato incondicional y no le habría importado que la mitad de las noches cantase desde su apartamento en Brooklyn. Me dijo Ernie: “Al ver a esa joven me he dado cuenta de que a veces un hombre puede ser feliz si se arruina por culpa de caer en el vicio de la decencia. En el Savoy no ocurre algo tan limpio desde que el FBI detuvo a dos de los suyos en aquella redada. Lo que me preocupa es que algo tan limpio se malogre. La veo feliz como lo estaría una abeja en una frutería, Al. Pero temo que un día esa muchacha morderá hasta el fondo la manzana y dará con el jodido gusano. Tú yo sabemos que por desgracia, en la cabeza ventilada de una mujer tarde o temprano se cuela la irrespirable cabeza de un hombre”. Ernie no se equivocaba cuando dijo aquello. Lo último que supe de Nancy Truman fue que había envejecido el doble que su reloj de pulsera. Vivía decepcionada y frecuentaba un burdel en Tijuana. Los hombres le costaban dinero. Y en las postrimerías de su literaria belleza de antes se abría paso, como una ganzúa, la mala letra de su epitafio.....................hoy no tengo ganas de escribir pero les dejo una joya de un amigo mio

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