En mitad del campamento volvieron a colocar aquellos maderos cruzados que tan intrigado habían dejado al guirre. Hasta allí se desplazaron gentes de todos los parajes cercanos, aunque, pasados sólo unos días, ya lo hacían desde Tenteniguada, de la Sierra y de otros lugares de la Tras Sierra. Los unos contemplaban a los otros, y cada uno se sentía extraño con su semejante. Los canarios supieron, por señales y por palabras suyas mal acomodadas en bocas extranjeras, que esos seres que habían venido sobre el mar eran hombres de Dios y mercaderes. Los primeros, interesados en explicarles cosas del Cielo y mostrarle a una bella mujer, toda ella de madera, que portaba en su mano derecha una antorcha y en la izquierda sujetaba con destreza a un niño que hacía una rara señal con su diestra. La llamaron Candelaria o Señora que Porta la Candela o la Luz, aunque, para los aborígenes, era “Achmayex, Guayaxerax, Achoron, Achaman, la Madre del sustentador del Cielo y de la Tierra. Los segundos estaban más interesados en viajar por el interior del país, extraer la savia roja de los dragos, la pegajosa resina de los pinos, contar los ganados.. en fin, saber de todo y de todos.
Así pasaron los años, muchos más de los que un guirre puede llegar a contemplar; pero otros, hijos de aquél, vieron cómo a esos extraños les sucedían otros, y, a éstos, otros más que ya no hablaban igual. Si, al principio, fueron unos pocos, después serían muchos más. Mermaron los hombres que hablaban de Aquél que todo lo podía desde la Cruz, y aumentaron en demasía los que se dedicaban a mercadear a base de trueques y también los que portaban armas. Pronto trajeron un gran perro, de fuerte y luenga cabeza, dura mandíbula y grandes orejas, ancho cuerpo y larga y velluda cola. Éstos eran temibles, pues servían para ser cabalgados, y desplazaban a los hombres de un lugar a otro a gran velocidad; pero, además, golpeaban con sus patas delanteras y traseras, rompiendo huesos y deformando rostros. De pronto, se oyó a los más ancianos hablar, en el sabor de la necesidad, de declarar la guerra o someterse. Doramas, el joven caudillo Espaldas anchas, se presentó, de pronto, y, con gran alboroto, les espetó con vehemencia: No hagan caso a aquéllos que, como lagartijas, huyen para esconderse en cualquier ranura; luchen como el fiero y noble can, que le da nombre a nuestra tierra,Así comenzó un período de muchas lunas, hasta que llegó una primavera en que todo se había perdido para unos y otros lo habían ganado todo.
En el margen de La Vega Mayor que llaman del poniente, junto a la Fuentecilla y no muy lejos del Gran Barranco, se levantó a toda prisa una empalizada, prontamente sustituida por un alto tapial de piedra y barro, dentro del recinto amurallado, uno de los capitanes, que llamaban Hernán García del Castillo, el de Moguer, fabricó de caña y barro un pequeño habitáculo para el Señor San Juan Bautista, creando así la Iglesia Matriz de esta renaciente urbe. Los Palenzuela, los Inglés, los Zurita, unidos a los Santiesteban, Bermúdez, Ponce de León, Álvarez, y Jaraquemada, les siguieron en su afán constructivo, hasta ver surgir las primeras casas, calles y plazas. Nuestro Telde iba siendo una realidad.
Un guirre se aproxima al gran estanque que llaman de La Heredad, su cuerpo alado se refleja en la superficie aparentemente acuosa. Como otras tantas veces, se lanza en picado sobre su presa, pero ésta no se deja arrancar y tira de su cazador hasta la masa verdinegra que le sirve de lecho mortal. Nadie es testigo de su agonía,las guaguas y los coches del taller cercano se han liberado del viejo e inservible aceite y del resto del gasoil, un hilillo conduce a esta mancha mal oliente y pegajosa hasta una atajea y allí se mezcla con el agua de riego.
El Faycán Espíritu de Guirre, bosteza y se despereza estirando cada una de sus extremidades. Al fijar la vista contempla la cara atónita de su longeva compañera. La interroga,Cuánto tiempo llevo aquí?
Sobre las arenas gruesas y negras de la playa de San Borondon, distraídamente caminaba una choni versión autóctona de la “guiri”, de pronto se dió de bruces con una improvisada muralla de guijarros de forma semicircular, tras ésta, el cuerpo abrasado de un joven, intentaba una y otra vez incorporarse, sin conseguirlo, hasta que vacilante logro sentarse. Sus ojos lagrimosos y su piel toda ella rojiza. Los labios, que supuraban por múltiples llagas, comenzaron a moverse, balbuceando un: cuánto tiempo llevo aquí? La extranjera no entendía nada y no le pudo contestar. Máxi quedó en silencio, algo se aproximaba desde las cavernas del subconsciente a las relucientes regiones del consciente. No eran ideas, ni palabras… era música, belleza suprema que mimetiza al hombre con la naturaleza: sonido tras sonido, y éstos ordenados en escalas hasta obtener rítmicas impresione
Callen, callen Solo escuchen este es el sueño del último Faycán...
Espero les guste
💙