domingo, 30 de septiembre de 2012

................la edad del pavo............
Domingo por la mañana. Casa de cualquier adolescente. 13:00. El chaval se levanta de la cama tambaleándose a duras penas. Su cabeza es una noria desbocada a punto de perder el control. Sus piernas no responden a las señales cerebrales como deberían. En su mente sólo existe un único objetivo: llegar al lavabo antes de que sus padres se den cuenta de su lamentable estado. Alcanza el lavabo, se acerca a la taza del water, dobla las rodillas, se agacha y empieza el espectáculo. Lo echa todo por la boca, la nariz y hasta por las orejas. Que viene un experto en analizar sustancias y es capaz de detectar hasta el potito Nutriben de cuando tenía cuatro años. Todo está ahí. Cuando consigue terminar, un ligero reguero de vómito se desliza por la comisura de los labios y su sabor le hace gritar hacia sus adentros: “¡Juro que jamás volveré a beber!” Levanta la cabeza y detrás suyo está su madre, en bata y despeinada, que le comenta preocupada: “¿Qué estás malito hijo mío?”.


Las madres son ingenuas. Son así. Cualquier persona que haya pisado la calle un sábado por la noche sabe que lo del domingo por la mañana no es una gastroenteritis. Pero las madres no, las madres creen que algo malo le ha pasado a su hijo. No se sabe si es porque de verdad su alma naif se activa justo después de dar a luz, o porque se hacen las tontas por voluntad propia, pero el caso es que los chavales aprovechan esa ingenuidad maternal para colocar las excusas más banales que se puedan dar. Como por regla general, a esas horas y con el alcohol aún haciendo estragos, el cerebro no está para muchos trotes; la mayoría de la gente suelta las mismas excusas para explicar por qué sin motivo aparente están vomitando como si hubiera estado en la atracción de la Rana Alegre en la peli Este chico es un demonio2. Toma con las referencias.

Así pues, vamos allá con las excusas más peregrinas que se han soltado y se soltarán a las madres para justificar una resaca peor que una de Ortega Cano un día cualquiera entre seman- “Es que me sentó mal la cena”. Por lo visto en los restaurantes a donde va la gente se pasan los controles de sanidad por el forro y los pobres chavales inocentes comen por ahí sin miedo. Luego pasa lo que pasa, que se tiran por la mañana de vomitera. “Debía ser el pescado, que estaba en mal estado o algo. Yo no iba a comer, pero tenía hambre y…” La madre se escandaliza. Es suficiente. Pero a alguno la mentira se le va de las manos, como a un amigo mío: “Fuimos a un chino y ya sabes, fijo que pusieron ratas” La madre era abogada, fue a denunciar… El chaval no fue capaz de negar su mentira así que fueron a juicio. Resultaba que no, que en el chino no ponían ratas. Ponían gatos. Cerraron el chino, luego resultaba que eran de una mafia y mataron a su perro en venganza… Las mentiras sabes como empiezan, no como acaban.....

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