miércoles, 17 de septiembre de 2014

Querido Árbol Solitario Mi querido árbol solitario, siempre que el viento te balancea se oye, al unísono, el bisbiseo inquietante de crespones y sedas. Eres una imagen fija en medio del camino como un reflejo dormido en el recuerdo: eres, tal vez, la evocación de un sueño perdido en la memoria del pasado. Sobre tus ramas se han deslizado, a millares, las gotas de lluvia y también algunos rayos te han hecho temblar en noches ebrias de luz y de misterio… Azotado fuiste por el aquilón y el cierzo en los gélidos inviernos del ayer. Pero también la brisa ha besado tus ardientes hojas en las cálidas noches del verano. Impasible has visto pasar el tiempo. Frágil es la sombra que ahora ofreces. Tus hojas secas son canto de tus sienes. Sin notarlo, has ido acumulando días, meses y años. Un añoso ejemplar llegando al límite: un árbol centenario, eres. Por eso, quiero que hoy sepas que si me alejo y tú te quedas, no voy a enterrar tu tronco en el olvido porque pensar en ti, evocarte, es como cumplir los ciclos naturales. Volver de nuevo a tener alas. Ser, a la vez, estrella, viento y paraíso.

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