Nunca he aceptado la ayuda de nadie porque creo que puedo valérmelas por mi misma, pero en realidad no es así. Y es que la verdad es que no quiero preocupar a nadie, no quiero darles más problemas de los que ya tienen. No es soberbia, no es orgullo, es simplemente mi personalidad. Una personalidad que no quiero.
Me convencía de que era valentía, pero se supone que la valentía no es sinónimo de soledad. Y me siento sola
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